Mensaje biológico
La adicción es, biológicamente, la necesidad de llenar un vacío emocional (casi podríamos decir existencial) con algo externo para, después de que pasen sus efectos, volver a sentir el vacío con mayor crudeza e intensidad, por lo que la necesidad de llenarlo se hace cada vez más imperante.
Ante la pregunta ¿para qué la adicción?, la respuesta es para conseguir el amor, afecto, consuelo, cariño, aceptación, reconocimiento de mamá que, o bien no he tenido, o he tenido en exceso. El inconsciente biológico identifica simbólicamente en aquello a lo que se es adicto a la madre o función materna.
El resentir generalizado es del tipo: “la ………. (droga) me hace sentir seguro”, “yo solo no puedo con esta situación”, “no soy capaz de afrontar este problema” , “cuando tomo ………. (droga) me siento fuerte.
El niño reclama a mamá
La persona, aunque adulta por edad, es inmadura emocional. Su comportamiento denota el mismo sentimiento de impotencia de aquel niño asustado que corría buscando el consuelo de mamá; ahora son los retos de la vida, las nuevas experiencias, la responsabilidad de hacerse cargo de sí misma la que lo llevan a refugiarse o a evadirse mediante las drogas, o a utilizar inconscientemente éstas como medio para que mamá acuda a salvarle (rol de víctima).
Cuando hablamos de adicción normalmente acuden a nuestra mente imágenes relacionadas con drogas y estupefacientes, sin embargo hay personas adictas a la comida, al sexo, al trabajo, a ir de compras, a las maquinitas, a los juegos de azar e incluso a las relaciones, permíteme referirme a ellas como tóxicas, tal es el efecto dañino que conlleva para la persona en cuestión como para todas las circundantes.
De entre estas últimas voy a quedarme con el personaje que consume mamá; me refiero a aquellas personas adultas que siempre encuentran alguna excusa para estar con mamá: comen en casa de mamá, la visitan después de la jornada laboral antes de regresar a su hogar, la consultan antes de hacer tal cosa o de dejar de hacerla… y en el caso poco probable de que residan lejos de la casa materna, utilizan el teléfono a diario para hablar con ella e que incluso lo hacen varias veces al día.
Lejos de la emoción
Todas las adicciones tienen un punto en común: evitar bajar a la emoción como resistencia a volver a sentir el tremendo dolor ya vivido; esto ocasiona que en la adultez se vivan momentos de soledad, rechazo, desconfianza, de sentirse perdida, de desconexión de sí misma, sin saber qué es lo que se espera de ella ni lo que realmente quiere hacer… y si bien la adicción la traslada por un corto espacio de tiempo a un mundo de fantasía, también la regresa con mucha más fiereza a su “cruda realidad”.
En este estado, cada persona que la rodea, cada situación, tan solo es el reflejo de cómo realmente está su interior, el desconcierto ante la ausencia que generó la herida que permanece abierta y la necesidad de que alguien (teniendo su origen en los padres), tras ver su sufrimiento, le llene de amor.
Aunque lamentable, es gracias a vivir lo que no queremos, cuando adquirimos la fuerza, el coraje y la determinación de dirigirnos hacia donde SÍ queremos.
“Toda adicción surge de una negativa inconsciente a enfrentar el dolor y salir de él. Toda adicción comienza con dolor y termina con dolor. No importa a qué sustancia sea usted adicto: alcohol, comida, drogas legales o ilegales, o a una persona, usted está usando algo o a alguien para ocultar su dolor”
Eckhart Tolle
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