El Trauma de la Sanación
Toda sanación implica un trauma, la reapertura de viejas heridas. La sanación no siempre se ve o se siente bien, agradable o amable.
Uno de los mitos más dañinos que hemos heredado es que el sanar debería 'sentirse bien'. No. A veces nuestro dolor incluso se incrementa conforme la oscuridad va emergiendo hacia la luz. Pero el dolor realmente indica que el proceso de sanación se está intensificando, no deteniéndose.
En nuestra cultura existe la tendencia de evitar el sufrimiento, de distraernos de él, de etiquetarlo como algo 'equivocado' o 'negativo, de tratar de desembarazarnos de él a través de la meditación o de la medicación, de evitar experimentarlo (¡y por supuesto, en esto también hay una gran inteligencia!). Gran parte de nuestra medicina occidental se orienta hacia la supresión de los síntomas, a calmar todas las incomodidades, a aminorar el caos y a construir caminos que nos lleven hacia una idea socialmente aceptable de 'normalidad'.
Sin embargo, amigos, ¡nosotros ya no tenemos ningún interés de 'volver a la normalidad'! ¡La 'normalidad' fue el problema, no la solución! El status quo necesitaba un cambio. Siempre fue inestable y falso.
A veces nuestra frágil 'normalidad' tiene que abrirse al caos, el dolor necesita ser sentido aún más, el corazón tiene que romperse con más intensidad. Nada de esto es con el fin de destruirnos, sino para destruir formas no auténticas de ser.
El sufrimiento no es un castigo que provenga de un dios que nos juzga, no es un error en un universo descompuesto, no es la evidencia de nuestro fracaso o de nuestra ignorancia aún no iluminada, sino una viva enseñanza profundamente espiritual. Observa a Jesús en la cruz. El recurso de su tortura se convirtió un su más grande invitación para sanar - en el descubrimiento de su propia e inquebrantable Presencia, previa a su encarnación humana, previa al tiempo. La crucifixión fue la invitación para el redescubrimiento de Dios.
¡Todos estamos con Jesús en esa misma cruz! ¡Esa cruz que jamás discrimina!
Considera la posibilidad de que dentro de tu sufrimiento estás siendo invitado a dejar ir, a 'hacer un lado las cosas de niños', a despertar del sueño de la normalidad y abrazar la vida con todo su dolor y maravilla. A enamorarte del lugar en donde te encuentras. A ser aquí, ahora.
Deja que los vientos soplen, deja que las tempestades rujan, deja que todo lo que es falso se purifique, deja que todo lo que está muerto permanezca muerto, permite que la vida estalle justo donde estás. Tan sólo estás siendo invitado a recibir una sanación más profunda, aunque se sienta parecido al dolor, aunque el corazón se sienta expuesto y en carne viva, aunque no puedas sentir la esperanza de un mañana.
Dios está aquí.
Jeff Foster
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