"Te voy a contar una Historia" de Martha Alicia Chávez.
Este libro fue no solo una gran enseñanza para mi, sino me acompañó en todo mi proceso de recuperación. Con solo saber que no estaba sola, que contaba con las palabras de la autora y que además logré aprender mucho de ella, fue una gran bendición.
Quiero compartirte algo muy importante que escribe en sus páginas 42-44.
"En mi trabajo como psicoterapeuta he escuchado infinidad de veces a madres o hijos quejarse de la falta de apoyo de su pareja o papá en los momentos difíciles que pasaron o están pasando:
¿Por qué, entonces, es tan común que los hombres tiendan a evadir de una y mil formas las situaciones difíciles? Si bien es cierto que también nos puede suceder a las mujeres, y que no necesariamente les sucede a TODOS los hombres, sí lo vemos con mayor frecuencia en el sexo masculino.
Las razones son varias: Por un lado en casi todas las culturas, desde que son pequeños, se les prohíbe expresar, o peor aún, experimentar, sentimientos de miedo, dolor, impotencia y preocupación. Se espera de ellos que SIEMPRE puedan, que SIEMPRE sepan, que SIEMPRE sean fuertes, y esto les hace muy difícil experimentar y manejar esos sentimientos, así como asumir que no siempre pueden y no siempre saben.
En nuestra cultura, las mujeres tenemos permitido llorar, hacer drama, no poder, no saber, ser débiles, pero los hombres no. Entonces, cuando sus sentimientos de miedo, preocupación, dolor e impotencia llegan a cierto nivel, su inconsciente dispara ese mecanismo de evasión para poder soportarlo y "sobrevivir" emocionalmente.
Por otro lado, en parte por naturaleza y en parte por cultura, los hombres son "solucionadores de problemas", y cuando no pueden resolver alguno, experimentan altos grados de impotencia, angustia y frustración.
No se trata entonces de que no nos amen, y que no les importemos. ¡Al contrario! ¡Nos aman tanto, les importamos tanto, les preocupamos tanto, que sienten que sus sentimientos nos rebasan, así que se evaden, simplemente porque no pueden manejarlos! No es que sean malos, ni que sean débiles, es que no se les permite mostrar su vulnerabilidad, y tampoco se les enseña a lidiar con ella. Y no olvidemos que somos también las mujeres, las madres, las que los educamos y les reforzamos esa manera de ser."
Seamos las primeras mujeres de enseñar a nuestros hijos, a llorar, a tener miedo, a tener frustraciones, a tener angustias, a abrirse de corazón. De esa manera, tendremos hombres que podrán saber quienes realmente son, que su real identidad es el ser una gran persona.
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