El dolor te puede llevar a tomar dos caminos, el de la resiliencia, transformándolo en una bendición y ayudando a otros o el de la victimización de sentir lástima por ti, haciéndote mas daño y quedarte sentada en un sofá llorando y diciendo ¿por qué me pasó esto a mi?
Yo decidí lo primero, me atreví a pedir ayuda, participé en todas las terapias familiares e individuales y talleres de fines de semana que la clínica de rehabilitación donde estuvo mi hijo me ofreció.
Empecé a leer libros con respecto a la adicción y consumo de sustancias, diplomado en Adicciones en el Instituto de Psiquiatría de Baja California, cursos en línea para ser coach en recuperación en adicciones y salud mental.
He dado pláticas en persona y en línea para familiares que tienen a un ser querido en algún centro de rehabilitación.
Trabajo en una clínica de salud mental en San Diego California.
Que quiero decir con todo esto, que no solo transforme mi dolor y sané, sino que además ese dolor me ayudo a salir de mi zona de confort y continuar con un proyecto maravilloso en ayudar a personas con uso problemático de sustancias, con algún diagnóstico de salud mental y a sus familias.
Esa ha sido la mayor bendición que he podido tener, mi dolor, mi corazón partido me llevaron a tener un propósito en mi vida.
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