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SOLTAR LAS RIENDAS Y ENTRÉGASELAS A DIOS

Soltar las riendas y entrégaselas a Dios, uno de los lemas de Alanon.


Así es como yo lo trabajé:


Mi hijo estuvo mas de 72 horas con un brote psicótico debido a su consumo de marihuana. En esas 72 horas, estuve muy cerca de él, viendo la manera de cómo yo lo podía ayudar. Lo abrazaba, le decía que lo amaba, y que ahí estaba por él.


Un brote psicótico, no es cualquier cosa, es cuando la persona pierde todo su sentido de la realidad, pareciera que se va a otro mundo, en varias ocasiones nos desconoció, no sabía que estaba en casa con nosotros, le traté de dar de comer un plátano y estuvo a punto de comérselo con todo y cáscara, etc.


Sabía que él también ya llevaba varios días sin dormir, y eso también puede causar que tengan comportamientos que normalmente no hacen.


Hasta que me di cuenta, que YO no podía hacer nada por él, soy su madre y estaba con un dolor profundo de saber esto está fuera del alcance de tus manos, necesitas pedir ayuda inmediatamente.


Por suerte, ya tenía los datos de una clínica de rehabilitación, les llamó mi esposo y nos fuimos inmediatamente a playas de Tijuana a ingresar a nuestro hijo.


Por la situación en la que estaba mi hijo, no hubo tiempo de investigar la clínica, por lo que llegamos con los ojos vendados, sin saber absolutamente nada del lugar, aunado a mi ignorancia con respecto a lo que es la adicción, el consumo de substancias, y lo que se hace en una clínica de rehabilitación.


Al llegar nos recibieron tres personas, una de las cuales le hizo esta pregunta a mi hijo ¿Ricardo, te quieres recuperar? y mi hijo respondió SI. Inmediatamente se lo llevaron a enfermería, yo lo abracé, le di mi bendición y no lo volví a ver.


Para mi fue ese momento de soltar las riendas, reconocer que yo no podía hacer nada por mi hijo, que necesitaba pedir ayuda, junto con el amor y la grandeza de Dios, lo dejé en un lugar donde sabía que nos iban a ayudar.


Soltar las riendas, también fue reconocer que sus comportamientos debido a su consumo, no eran a través de él, sino eran a través de la enfermedad, era la enfermedad la que actuaba y hablaba. No lo digo como justificación y hacerlo víctima. Sino que no lo recibía yo para mi persona, no me sentí ofendida ni maltratada por él.


Estudiando y entendiendo la enfermedad me ha ayudado a trabajar en mí, a que yo debo de poner límites de lo que recibo, de lo que escucho, de lo que me dicen y hacen. Si es algo que me va a nutrir lo recibo, si es algo que me hará daño no lo recibo.

Aprendí que los comportamientos son los síntomas de la enfermedad mental, por lo que no voy a engancharme con los síntomas, lo vuelvo a repetir, no es la persona quién se comporta así, es la enfermedad. También, me di cuenta de que si me enganchaba con sus comportamientos y con lo que me decía, era porque habían muchas cosas en mi que no había trabajado. Soy yo la que debe de trabajar también en mis comportamientos, mis reacciones, mis resentimientos, etc. Tuve que hacer muchos cambios y sintiéndome amada y habitada por Dios, sentí todas las fuerzas necesarias para salir adelante.


Y si no pido ayuda a los especialistas, confiar en ellos y en Dios de que mi hijo estará bien y recibirá un tratamiento adecuado y digno para que vuelva a recuperar su esencia, y tenga las herramientas necesarias para enfrentar un mundo hostil, lleno de detonantes y que con la familia participando en la recuperación regrese a un hogar sano lleno de amor y compasión.


No malinterpretemos el lema, corriéndolos de la casa, dejándolos que sigan consumiendo y hacerlos sentir que no nos importan, llamando a la policía, entendamos que es una enfermedad y requiere de especialistas.


Esto me ayudó a liberarme de culpas, sabiendo que yo no tenía ni la cura, ni la causa, pero sí la responsabilidad de llevarlo a un lugar donde iba a recibir un buen tratamiento.



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